El primer día de enero de 1959 es derrocada la tiranía de Fulgencio Batista
por Eugenio Suárez Pérez y Acela Caner Román
El primer día de enero de 1959 es derrocada la tiranía de Fulgencio Batista, dos años y trece días después de que Fidel Castro Ruz, con solo siete fu- siles, reiniciara la lucha armada en la Sierra Maestra. Las maniobras de última hora del imperialismo es- tadounidense para frustrar el triunfo revoluciona- rio, entre las que descuella un golpe militar, no pue- den impedir que el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde entre ese día en Santiago de Cuba.
Han transcurrido cinco años, cinco meses y cin- co días del asalto al cuartel Moncada, cuando Fidel Castro ratifica ante el pueblo de la heroica ciudad su promesa de que esta vez no se frustrará la Revolución.
Cuba comienza una etapa enteramente nueva. Tras casi cuatrocientos años de dominación espa- ñola y sesenta en la condición de neocolonia nor- teamericana –los últimos siete bajo los horrores de una sangrienta dictadura militar– emprende el camino de su verdadera liberación. Ha llegado el momento de cumplir el programa del Moncada y hacer realidad las ideas y los sueños de la Genera- ción del Centenario, expresados por Fidel Castro en su histórica autodefensa La historia me absolverá.
El Año de la Liberación se vive en plena euforia revolucionaria. Sin embargo, los primeros pasos en el poder resultan muy difíciles. Los fondos de la na- ción fueron saqueados durante la tiranía, el precio del azúcar está deprimido y el imperialismo cuenta con poderosos recursos que pone en marcha para obstaculizar el avance de la Cuba nueva.
El gobierno de los Estados Unidos –al tiempo que da asilo y protección a decenas de ladrones y crimi- nales que llevan en sus maletas los dineros de la re- pública y sobre sus conciencias las muertes de miles de cubanos– desata una feroz campaña de prensa en contra de la medida revolucionaria de juzgar y castigar a los criminales de guerra que no lograron escapar, y moviliza las fuerzas más reaccionarias en su intento por frenar el desarrollo de la nueva vida.
Por su parte, Cuba procede a la inmediata confiscación de los bienes mal habidos por los funcionarios del antiguo régimen; el saneamien- to de la administración pública de elementos que fueron cómplices de la dictadura, malversaron fondos públicos o disfrutaban de “botellas” –como llaman los cubanos a la funesta práctica de cobrar sueldos sin trabajar–; al tiempo que restablece los derechos de los trabajadores; barre a los repre- sentantes de la corrompida dirección sindical; reintegra en sus cargos a los obreros despedidos durante la dictadura y ordena el cese total de los desalojos campesinos.
La aprobación y aplicación de la Ley de Refor- ma Agraria, que liquida los grandes latifundios y entrega gratuitamente a los campesinos la propie- dad de buena parte de esas tierras, provoca una reacción violenta de la oligarquía criolla. Similar postura asume el gobierno de los Estados Unidos, pues muchas empresas norteamericanas poseen en Cuba considerables extensiones de tierras fér- tiles, casi todas dedicadas a plantaciones de caña de azúcar.
Fidel Castro –quien desde su época de estudian- te universitario había conocido y asimilado la esen- cia del pensamiento marxista-leninista–, por razo- nes tácticas, aplica un programa nacional-liberador, democrático y popular. Sabe que en esta etapa no es posible aspirar a más. Decenas de años de feroz propaganda anticomunista han hecho que a la ma- yoría de las personas, las palabras socialismo y co- munismo les infundan pavor. Cuba, con apenas seis millones de habitantes, tiene cerca de un millón de analfabetos y el promedio de escolaridad es de solo tercer grado.
No obstante, con el propósito de confundir al pueblo y restarle apoyo al proceso que se inicia en Cuba, la reacción emplea con fuerza el fantasma del anticomunismo durante todo el año 1959. La justicia
de las leyes que se promulgan, la confianza del pueblo en su líder y en los comandantes del Ejérci- to Rebelde, ayudan a derrotar esta maniobra.
Al valorar esta etapa, Fidel Castro ha expresado: “El pueblo en realidad adquirió conciencia socialista con el desarrollo de la Revolución y la violenta lucha de clases desatada, tanto en el plano nacional como internacional. La pugna de intereses del pueblo con sus opresores engendró la Revolución y la Revolu-
ción elevó esta pugna de intereses a su grado más alto. Esta lucha desarrolló extraordinariamente la conciencia de las masas. Les hizo ver, en el transcurso de unos meses, lo que en decenas de años de explo- tación despiadada y de dominio burgués imperialista solo una minoría había podido comprender”.1
1 Fidel Castro Ruz: Informe central al Primer Congreso del Par- tido Comunista de Cuba, p. 34, La Habana.
Los últimos días de la dictadura. Memoria de los vencidos
por Dr. Arnaldo Silva León (Universidad de La Habana)
Un grupo de importantes figuras de la vida po- lítica cubana, la mayor parte vinculadas a la dic- tadura de Fulgencio Batista, han escrito sobre los acontecimientos de los últimos momentos de esa dictadura, algunos años después del triunfo de la Revolución. Son juicios que entrañan nostalgia y frustración, pero ello no es óbice para que algunos sean objetivos y tengan un indiscutible interés para el estudio de aquellos últimos momentos. Son cri- terios, cuando ya no existían los compromisos que obligaban, como en ese entonces, a silenciar opi- niones críticas o, en muchos casos, sumarse a las campañas de mentiras y calumnias que desde el Palacio Presidencial o Columbia se emitían en par- tes oficiales, discursos políticos o en declaraciones a la prensa.
La ofensiva contra el Ejército Rebelde.
Principio del fin de la dictadura
El fracaso de la huelga general revolucionaria del 9 de abril de 1958 hizo suponer a la dictadura que había llegado el momento propicio para lan- zar una gran ofensiva contra el núcleo guerrillero comandado por Fidel Castro en la Sierra Maestra e infringirle una derrota que pondría fin a la lucha en las montañas orientales. El resto de las actividades subversivas caería por su propio peso.
En medio de esta euforia, el 24 de mayo de 1958, se pondría en marcha la gran ofensiva clasificada
como Fase Final (F. F)1. Alrededor de 10 mil efec- tivos militares fueron movilizados para enfrentar y derrotar a un ejército que, en ese momento, no sobrepasaba los 300 combatientes. Sin embargo, la derrota sufrida por el ejército significó el comienzo del fin de la dictadura. No pudo imaginar el Estado Mayor Conjunto un desastre semejante. ¿Cómo fue posible que aquel ejército equipado con un mo- derno armamento y planes estratégicos diseñados por especialistas militares cubanos con la asesoría de la Misión Militar Norteamericana en Cuba fuera derrotado por un pequeño ejército popular que solo disponía de un escaso y pobre armamento?2
En los análisis que el dictador Fulgencio Batista
-ya en el exilio- hiciera de aquellos sucesos, trató siempre de restar importancia al papel que tuvie- ron las fuerzas revolucionarias en particular el Ejér- cito Rebelde en la victoria del 1.0 de enero de 1959, y culpar de ella a traiciones, reales o supuestas, de altos oficiales del ejército, contradicciones, incom- petencias y hasta la disminución de la ayuda mili- tar del gobierno de los Estados Unidos al régimen. Ese mismo día, a las pocas horas de su arribo a
1 En el plan elaborado por el Estado Mayor Conjunto las si- glas F.F. fueron llamadas burlonamente: Fin de Fidel; pero los combatientes del Ejército Rebelde tuvieron un acierto ma- yor al denominarla: Fin de Fulgencio.
2 Una respuesta a esta pregunta el lector puede encontrarla en el libro del Dr. Roberto Pérez Rivero Desventura de un ejér- cito, Ed. Oriente, 2003.
República Dominicana, el dictador hizo las siguien- tes declaraciones a la prensa: “La actitud de algunos de los más altos jefes militares que entraron en con- ciliábulos con los terroristas; de la complicidad de unos cuantos, de la deslealtad de otros, quizás de los más obligados por los beneficios que recibieron del gobierno, y de la traición de aquellos en que más yo confiaba en mis funciones de presidente de la repú- blica, fueron los factores principales que obligaron a tomar la perentoria e inaplazable decisión de entre- gar constitucionalmente el gobierno a un presiden- te provisional, apoyado por una junta militar”.
Más adelante afirmaba: “No puede negarse que la prohibición de vender armas por los Estados Uni- dos al gobierno de Cuba, operó a favor de los re- beldes”. Para colmo de la impudicia argumentaba: “Las clases económicas cooperaron con recursos abundantes, presionadas por el terror. Los obreros, no. En ningún momento respondieron... Ciertos poderosos industriales a quienes la acción destruc- tora estaba haciendo daño en sus propiedades y negocios, desarrollaron determinadas actividades en los últimos tiempos que alentaron a los proco- munistas. Tanto fue el miedo que infundieron los llamados rebeldes que hasta la Asociación de Ha- cendados, la más favorecida por el gobierno entre las clases industriales, se reunió acordando desig- nar una comisión para que le pidiera la renuncia al Presidente de la República”.3
Fulgencio Batista, llama “entrega constitucional del gobierno” a lo que en los hechos fue un golpe de Estado dado con su anuencia, para tratar infruc- tuosamente de impedir el triunfo del Ejército Re- belde y con ello de la Revolución. Es por eso que Fidel Castro, en su mensaje al pueblo de Cuba el
1.0 de enero de 1959, planteaba: “Al parecer se ha producido un golpe de Estado en la capital. Las condiciones en que ese golpe se produjo son igno- radas por el Ejército Rebelde. El pueblo debe estar muy atento y atender solo las instrucciones de la comandancia general. La dictadura se ha derrum- bado como consecuencia de las derrotas sufridas
3 Fulgencio Batista: Respuesta, editado por Manuel León Sán- chez, pp. 165, 167-168, México, 1960.
en las últimas semanas; pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución”.4
Con respecto a las cínicas afirmaciones del dicta- dor de que el pueblo no apoyó la insurrección, en este mismo mensaje el jefe rebelde señalaba: “Esca- motearle al pueblo la victoria, no, porque solo ser- viría para prolongar la guerra hasta que el pueblo obtenga la victoria total. Después de siete años de lucha la victoria democrática del pueblo tiene que ser absoluta para que nunca más se vuelva a produ- cir en nuestra patria un 10 de marzo”.5
Con respecto al embargo de armas decretado por Estados Unidos en marzo de 1958 y que Batista menciona varias veces en su libro Respuesta, como una de las causas de su derrota, es necesario escla- recer varias cuestiones. El ejército contaba con su- ficiente armamento para combatir. Dicho embargo se produjo, por un lado, como resultado de la pre- sión de la opinión pública norteamericana, incluida la de varios representantes y senadores, tanto repu- blicanos como demócratas, y, por el otro, de impor- tantes figuras cubanas de la oposición burguesa a la dictadura radicadas en Estados Unidos como: José Miró Cardona, Manuel Antonio de Varona y Carlos Prío Socarrás.
El embargo no privó al régimen de armamento, pues por diferentes vías este logró adquirirlas, sin embargo no hay duda de que tuvo efectos políti- cos negativos para la dictadura, y su implantación contó con la oposición del Pentágono, dispuesto a brindar a Batista todo lo que fuese necesario con tal de impedir el triunfo de las armas rebeldes. Sin em- bargo, el Departamento de Estado tenía otra visión del problema y de la política que debía seguirse para alcanzar ese mismo objetivo. En el libro de Earl Smith —embajador de Estados Unidos en Cuba en ese momento y conocido simpatizante de Batis- ta— El cuarto piso, editado en 1962, y en numero- sos documentos desclasificados, se hace evidente que importantes funcionarios del Departamento de Estado favorecían la sustitución de Batista para
4 Academia de las FAR: La Revolución cubana 1953-1980, Selección de lecturas, segunda parte, p. 243.
5 Ibídem, p. 244.
llegar a arreglos políticos con la oposición no revo- lucionaria, que impidiese el ascenso al poder de Fi- del Castro y el Ejército Rebelde. Pero en el seno de la administración norteamericana no había consenso en ese momento y algunos confiaban en que el ré- gimen podría sofocar la rebelión y hacer regresar el país a la normalidad. El fracaso de la huelga del 9 de abril de 1958 estimuló esta corriente. Cuando se le exigió a Batista la renuncia, a mediados de diciem- bre de 1958, ya era demasiado tarde.
El verdadero papel de las contradicciones en el seno de la dictadura
Las contradicciones y traiciones dentro de las fuerzas armadas, que alude Batista, eran ciertas; pero ellas eran el resultado de una conjunción de factores relacionados, de una manera u otra, con el estado agónico en que el régimen entró en los úl- timos meses de 1958 como consecuencia del auge del movimiento revolucionario, el avance impe- tuoso del Ejército Rebelde, el repudio del pueblo al dictador, de las políticas oficiales que afectaron, in- cluso, a sectores de las clases dominantes del país y muy especialmente a las derrotas sufridas a manos de los combatientes rebeldes.
No es despreciable consignar las rivalidades y pugnas entre los funcionarios civiles y militares y entre estos últimos por la desmedida corrupción existente. En los libros El gran culpable de José Suárez Núñez, quien fuera secretario de prensa del Palacio Presidencial y amigo íntimo del dic- tador, e Historia del Partido Comunista de Cuba de Jorge García Montes, viejo amigo de Batista y que ocupara relevantes cargos en el gobierno, se da cuenta de varios incidentes y situaciones engo- rrosas que Batista tuvo que enfrentar por las pug- nas entre lo que ellos llaman los grupos civilistas y los tanquistas. Algunas figuras políticas civiles de la dictadura, no obstante convivir con aquella podredumbre y haberse enriquecido al amparo de aquel estado de cosas, no veían con simpatía a figuras militares, todos criminales, como Esteban Ventura, Pilar García, Fermín Cowley y otras. No se trataba, en la mayoría de los casos, de escrúpulos
humanos o éticos, sino de la convicción de que el crimen político como forma de reprimir a la opo- sición, la fortalecía en vez de debilitarla y dañaba sensiblemente la imagen pública del gobierno, tanto interna como externamente. Pero Batista se veía en una muy difícil encrucijada, dependía de las fuerzas armadas y de esos jefes militares asesi- nos que manteniéndolo a él en el poder se man- tenían ellos.
Las contradicciones entre viejos y nuevos batis- tianos también estuvieron presentes. Los viejos til- daban de oportunistas a los nuevos y estos últimos de practicar celos ridículos a los primeros. A estas contradicciones se sumaban aquellas provenien- tes de las ambiciones de poder, sobre todo cuando este se asociaba al enriquecimiento ilícito y a la im- punidad para cometer cualquier tipo de delito.
Es importante resaltar que la dictadura se des- plomó porque la Revolución la echó abajo, porque su ejército fue derrotado por el Ejército Rebelde y no por las razones que Batista ofrece en los diversos libros y escritos publicados después del 1.0 de ene- ro de 1959. De sus tesis se han hecho eco algunos estudiosos de la Revolución cubana, con el propó- sito de restar importancia al papel de Fidel Castro y los combatientes rebeldes. Ellos sostienen la pinto- resca idea de que Fidel no ganó la guerra, sino que Batista la perdió.
Veamos como refleja Batista en su libro Respues- ta las contradicciones que hemos señalado y el papel deformador que él le asigna en los aconte- cimientos militares y políticos que condujeron al fin de la dictadura. Comienza por las discrepancias entre el jefe de Estado Mayor Conjunto, general Francisco Tabernilla Dolz y el jefe de operaciones en la Sierra Maestra, general Eulogio Cantillo Po- rras: “Nuevos incidentes vendrían a recrudecer las discrepancias entre el jefe del Estado Mayor Con- junto y el jefe de Operaciones en la Sierra Maestra. El jefe del territorio militar en donde operaban las fuerzas tácticas, general Río Chaviano, cuñado del general Tabernilla DoIz y hombre de su confianza […] interfería las órdenes del jefe de Operaciones, y pronto surgieron rivalidades y pugnas por los
intereses creados”.6 Más adelante dice: “El poco progreso logrado por el general Cantillo como jefe de Operaciones en la Sierra Maestra, los valles y las áreas correspondientes a su territorio, dio motivo a que en el ejército corriera el rumor de que el jefe de Estado Mayor Conjunto, por reivindicar a su pa- riente que no había obtenido éxito en el mando que ahora tenía el general Cantillo, no le prestaba la cooperación necesaria, demorando o sabotean- do las operaciones militares y las solicitudes que dicho general hacía al Estado Mayor Conjunto. Se atribuía también esta falta de cooperación a infor- maciones que se dice daba el general Río Chavia- no al general Tabernilla Dolz, nada favorables al jefe de Operaciones de la Sierra Maestra”.7
Las pugnas por los intereses creados que Batista menciona se refieren a las gruesas sumas de dinero que el general Río Chaviano traspasaba a su cuenta y a la del general Tabernilla, de los fondos destinados a las raciones en la Sierra Maestra y que al ser desig- nado Cantillo para esa función no se podía continuar haciendo. Pero las discrepancias entre Tabernilla y Cantillo eran de mayor relevancia. El segundo era un militar de academia, mucho más preparado que el primero para las funciones que este desempeña- ba. Gozaba de más prestigio y reconocimiento en el ejército y no era un corrompido, ni hombre asociado al crimen y la tortura. Cantillo no era un viejo batis- tiano. El 10 de marzo era coronel, jefe de la Fuerza Aérea y se sumó al golpe después de consumado el hecho, a solicitud de Batista, quien, de inmediato, lo ascendió a general. Durante algún tiempo estuvo preterido; pero cuando ya la guerra arreció sus ser- vicios se hicieron imprescindibles, no obstante las aprehensiones y celos de Tabernilla.
El fracaso de la ofensiva de la tiranía cambió brus- camente el curso de la guerra. El Ejército Rebelde pasó a la ofensiva. La dictadura comenzó a batirse en retirada. La extensión de la guerra a casi todo el territorio nacional resultó una señal muy clara de que el final estaba cerca. Las conspiraciones dentro de las fuerzas armadas se hicieron presentes. Hubo
6 Fulgencio Batista: Ob. cit., p. 85.
7 Ibídem, p.86.
en ello una mezcla de cobardía y oportunismo, salvo excepciones, nada de simpatía por el Ejérci- to Rebelde y su Comandante en Jefe; pero aun así, ello debilitó a un enemigo que se tornaba mori- bundo. En los últimos meses, sobre todo aquellos que van de octubre a diciembre de 1958, cuando las columnas invasoras de Camilo y el Che llegaron a la provincia Las Villas y comenzaron a operar en ella y, en Oriente las fuerzas rebeldes iniciaron la ofensiva final, la dictadura dio inicio a un acelerado proceso de deterioro cuyas consecuencias, no solo militares, sino, además, políticas, la condujeron a su inevitable desaparición.8
La crisis dentro de los mandos militares llegó a situaciones insospechadas, apenas un año antes. Los más íntimos del dictador empezaron a distan- ciarse y a reclamar, por diferentes vías y medios, su renuncia, lo que permitiría la huida hacia el ex- tranjero y, de ese modo, evitar la justicia revolu- cionaria. El caso más notorio fue el de Francisco Tabernilla Doiz, un hombre clave del régimen. Ta- bernilla, era un viejo batistiano, un incondicional de absoluta con fianza de Batista, una pieza fun- damental del golpe de Estado del 10 de Marzo; pero ya en el final de la contienda, fue un hombre acobardado, desmoralizado, que trató por todos los medios de acelerar la retirada, cuando para él y sus hijos se hizo evidente que la guerra no se po- día ganar.9
En su libro Respuesta, Batista ridiculiza a su viejo amigo con la siguiente narración:
En la noche del día siguiente me visitó en el Palacio Presidencial el jefe del Servicio de Inte- ligencia Militar (SIM), teniente coronel Irenaldo García Báez. Me informó que el jefe del Estado Mayor Conjunto había sostenido un cambio de impresiones en su despacho oficial con el general
8 Para una mayor ampliación de este tema el lector puede consultar los libros: Desventura de un ejército del Dr. Roberto Pérez Rivero y La guerra de liberación en Cuba 1956-1958 de un colectivo de autores.
9 Los hijos del general Tabernilla DoIz: general Carlos Taber- nilla Palmero, Winsy, jefe de la Fuerza Área, y Francisco Ta- bernilla Palmero, Silito, jefe del despacho militar de Batista e íntimo de este.
Alberto del Río Chaviano y el coronel Florentino RoselI, antes de salir a cumplir la misión ordena- da. Que con motivo del cargo que desempeña- ba como jefe del SIM se encontraba en el Estado Mayor y asistió incidentalmente a esa reunión. Que en la misma participaron, además, entre otros, el general Eulogio Cantillo, el general Luis Robaina Piedra, el general Silito Tabernilla Palme- ro, jefe de la División de Infantería y encargado del despacho militar del presidente, que venía a darme cuenta, porque se asombró al oír las ins- trucciones que el jefe del Estado Mayor Conjun- to daba a los jefes militares que tenían la misión de combatir a los rebeldes y reconstruir las co- municaciones terrestres. Que en conclusión, en la conversación, el general Tabernilla Doiz les dijo: “que consideraba perdida la causa nuestra”, desalentando a quienes tenían la misión de com- batir para triunfar.10
Más adelante cuenta Batista en su libro:
En una visita a Palacio, sorpresivamente el ge- neral Tabernilla DoIz me ampliaba esos conceptos: “Debiendo hablarle con franqueza —agregó— mu- chos creen que usted se da cuenta, pero que inter- pretando como una cuestión de honor o de amor propio la cuestión, usted quiere seguir luchando por una causa que está perdida. Le juro —chief— que le hablo lealmente… a la verdad, todos creen que usted espera al último momento para pegarse un tiro... los oficiales con quienes yo he hablado lo creen a usted un suicida”.11
Veamos a continuación la conversación que cuenta Batista con Silito Tabernilla. Aunque no se precisa la fecha, debe haber ocurrido entre el 26 y el 31 de diciembre de 1958: “En la madrugada ca- minando por el polígono[…] Silito me informó que con lo que había quedado en el campamento no se podía contar y que de los pocos oficiales presentes para el servicio, la mayoría ofrecía resistencia pasi- va o estaba conspirando. Que el soldado no quería pelear”.12
10 Fulgencio Batista: Ob. cit., pp. 95-96.
11 Ibídem, pp.107-108.
12 Ibídem, p.137.
La situación política de última hora El desastre en el terreno militar se hizo presente también en la escena política. Los sectores de las clases dominantes cubanas que habían apoyado la dictadura comenzaron a ver con preocupación el probable desenlace de los acontecimientos y cuanto podría ello afectar sus intereses. Otro tanto ocurrió por parte de los empresarios norteameri- canos con negocios en Cuba. Para finales de 1958 era evidente que la situación política y su futura evolución escaparían a su control. Con un elevado sentido del oportunismo político, comenzaron a dar pasos para alejarse de la dictadura y acercar- se a las fuerzas opositoras. La oposición a Batista no era homogénea, había en ella fuerzas genuina- mente revolucionarias, simbolizadas en el Ejército Rebelde y su Comandante en Jefe Fidel Castro, y otras que representaban el conservadurismo o la moderación, a la cabeza de las cuales se encontra- ban viejas figuras de los partidos políticos burgue- ses, que con diferentes matices, solo aspiraban a un retorno a la situación prevaleciente antes del
10 de marzo de 1952.
Los sucesos se habían desarrollado de modo tal que estaba en peligro no solo la dictadura, sino el sistema político burgués en que se asentaba la do- minación imperialista y la explotación capitalista del país. El 9 de diciembre de 1958 Batista recibió en el Palacio Presidencial a su viejo amigo William Pawley. Hombre de negocios, los había tenido en Cuba con Carlos Prío Socarrás y con el propio Ba- tista en la Florida, había cumplido funciones diplo- máticas como embajador en Brasil y en otras tareas del Departamento de Estado. Vino a Cuba enviado por dicho departamento y con la aprobación del presidente Eisenhower para recomendar al dicta- dor que renunciara a favor de una junta cívico mi- litar, cosa que Batista rechazó tajantemente, con el argumento de que entregaría el gobierno el día establecido, es decir, el 24 de febrero de 1959. La gestión de Pawley según su propia confesión, tuvo un inconveniente: que sus recomendaciones de- bían hacerse a título personal y no como una suge- rencia oficial.
En esa circunstancia, el 17 de diciembre de 1958, se produce la reunión entre Batista y Earl Smith, el embajador de Estados Unidos en Cuba, en la que este le informa en un lenguaje diplomático, que se le retiraba el apoyo y que lo más conveniente era su renuncia y salida del país inmediatamente. Tan- to en el libro Respuesta de Fulgencio Batista, como en El cuarto piso de Earl Smith, se dan pormeno- res de la conversación. En aras de la brevedad de este artículo transcribimos un párrafo del libro de Batista: “Por las informaciones que el embajador Smith había recogido en fuentes militares y revo- lucionarias, de acuerdo con las interpretaciones que podía dárseles, suponía que los elementos básicos del ejército no resistirían hasta el próximo
24 de febrero en que debía tomar posesión el pre- sidente electo”.13
Coincidentemente las clases dominantes cubanas asumían una posición similar para evitar males mayo- res. El desconcierto en ellas era general. El oportunis- mo y la cobardía alcanzaron límites insospechados. Pocos días después de la entrevista Batista-Smith, el embajador norteamericano, sin recato alguno, em- prendió un grupo de gestiones con importantes figu- ras del mundo de los negocios para que presionaran a Batista a renunciar. Estos trajines, francamente injeren- cistas, lo llevaron a conversar con uno de los hombres de mayor intimidad del dictador: Arturo Mañas. Este era el presidente de la poderosa Asociación Nacional de Hacendados de Cuba y, del no menos influyente, Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar. Gestio- nes similares se hicieron con la Asociación de Colonos de Cuba y la Asociación Nacional de Industriales de Cuba y otras importantes corporaciones económicas. Mañas fue recibido por Batista alrededor del 25 de diciembre de 1958, en que, muy a pesar suyo, aquel cumplió la misión encargada por Smith.
Para que se tenga una idea de la crítica situación en que se encontraban las clases dominantes, va- mos a reproducir algunos párrafos del libro Historia del Partido Comunista de Cuba de los autores Jorge
El peligro de desplome era cada día más cer- cano. No por ello se interrumpió el proceso de corrupción. Todo lo contrario. Ganó empuje. Mu- chos altos funcionarios de las finanzas públicas, por ejemplo, solo atinaban a ponerse de acuerdo con los contribuyentes. ¿Para salvar al Estado? No. Para embolsarse parte de los impuestos, condonar otra y recaudar solo el mínimo indispensable que permitiera cubrir las formas. Y todos eran a sacar dinero para el extranjero. La situación del tesoro empeoraba y al finalizar el año, como era de espe- rarse, no había fondos con que afrontar los gastos más esenciales.
Los sectores dirigentes de aquella sociedad, tem- blaban ante la incógnita de lo que podría venir. No era secreto que el gobierno se venía abajo y, sin pérdida de tiempo, maniobraron para definirse por quien su- ponían habría de asumir el poder político […]
En la Asociación de Hacendados, por ejemplo, se discutía […] si debía o no exigírsele al presiden- te Batista, que renunciara. Describían la situación y planeaban la forma de ubicarse mejor junto a la Revolución, para defender sus intereses, con frases como estas: ‘Señores la Revolución es un hecho. No debemos permanecer alejados de quienes ya están llamados a escalar el poder […].14
El 4 de diciembre de 1958 The New York Times publicó un artículo muy revelador de la grave si- tuación que atravesaba la burguesía azucarera. En dicho artículo se lee:
La zafra comienza en enero 15. Será imposible ha- cerla de no haber una solución. Hay 23 puertos azu- careros de los cuales 12 están bajo control rebelde […] por donde sale el 32 por 100 de todo el azúcar de exportación. Los guerrilleros también controlan las comunicaciones por tierra hacia otros 7 puer- tos […] los que generalmente dan salida al 45 del azúcar de exportación […] Se espera una tregua negociada previa a la zafra, porque a los hombres de negocios no les preocupa la fórmula de una solución política que lleve a Castro al poder, y sí
García Montes y Antonio Alonso Ávila, editado en
13 Ibídem, p.101.
14 Jorge García Montes y Antonio Alonso Ávila: Historia del Partido Comunista de Cuba, Editorial Universal, pp. 546-547, Miami, 1970.
que la lucha se extienda hasta el punto que se pro- duzca el colapso económico del país. Si se pierde la ganancia del azúcar, la desintegración económica puede traer la insurgencia comunista […].
En diciembre de 1958 el sistema político burgués en Cuba se hallaba sumamente deteriorado. No con- taba con el ejército como instrumento esencial de dominación clasista, en la contienda había quedado hecho trizas, otro tanto había ocurrido con los parti- dos políticos de la burguesía, sus liderazgos y la ins- titucionalidad burguesa. En cambio, la Revolución había creado su propio ejército: el Ejército Rebelde;
contaba con sus propias organizaciones revolucio- narias, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de marzo y el Partido Socialista Popular; había surgido un nuevo liderazgo, que bajo la dirección de Fidel, había demostrado su enorme capacidad aglutinadora, movilizativa y en el cual el pueblo tenía absoluta confianza; y una institu- cionalidad revolucionaria en los territorios liberados que era el preludio de los profundos cambios por ve- nir. El significado más importante del 1.0 de enero de
1959 no solo fue lo que se iba, sino lo que llegaba: Fidel Castro, el Ejército Rebelde, la Revolución.
El primer día de 1959
por Acela Caner Román
El primer día de enero de 1959, Cuba amanecía con la noticia de la huida del dictador Fulgencio Ba- tista. Dos años y 13 días habían transcurrido desde que Fidel Castro Ruz, con solo 7 fusiles, reiniciara la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra. Las decisiones políticas y militares del líder cubano a lo largo de casi 25 meses de combate le habían permitido mantener la unidad de las fuerzas revo- lucionarias y conformar la aplastante victoria sobre el ejército de la tiranía.
Las maniobras de última hora del imperialismo norteamericano para frustrar el triunfo revolucio- nario, entre las que descuella el golpe de militar, no pudieron impedir que el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde derrotara la conjura y marchara hacia la capital provincial para ratificar su promesa de que los mambises entrarían en Santiago porque nada ni nadie podría escamotearle el triunfo a la Revolución.
Al cumplirse 55 años de aquellos acontecimien- tos, recopilamos momentos del primer día de 1959 que permiten apreciar las cualidades políticas y mi- litares de Fidel y, especialmente, su capacidad para actuar ante situaciones complejas y tomar decisio-
Pocas horas antes de que finalizara el 1958, en la última intervención hecha por Fidel Castro a través de las ondas de Radio Rebelde, expresó:
[…] Hoy vengo a decirle a nuestro pueblo que la Dictadura está vencida. Es posible que la caída de Batista sea cuestión ya de 72 horas. A estas horas luce evidente que el ré- gimen no puede resistir por más tiempo. Las fuerzas que lo defienden se están resque- brajando en todas partes. El Ejército Rebelde tiene 10 mil soldados de la tiranía copados en la provincia de Oriente. Sin embargo, yo tengo que hablarle hoy muy claramente al pueblo [...].
Hay muchos intereses que están tratando de evitar el triunfo pleno de la Revolución. Le quieren escamotear al pueblo y al Ejército Rebelde la Victoria. Altos oficiales del Ejér- cito que han estado sirviendo [a] la odiosa tiranía durante siete años, convencidos de que si la guerra dura 15 días más nuestras fuerzas hacen rendir a todas las guarnicio- nes de la Isla, [...]1
nes adecuadas en contra de la lógica y los pronósti-
cos del enemigo que, a través de toda la vida, le han permitido convertir los reveses en victorias.
1 Fidel Castro Ruz: La Contraofensiva Estratégica. De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba, Ed. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, pp. 364-365, La Habana, 2010.
Tal como lo había alertado Fidel, en la madruga- da del primero de enero de 1959, el dictador Ful- gencio Batista, con la anuencia del embajador de los Estados Unidos y el apoyo de sus acólitos, inten- ta hacer efectivo un nuevo golpe contra el pueblo cubano cuando, tras un melodramático discurso, plantea su renuncia a la presidencia de Cuba y el ge- neral Eulogio Cantillo toma el mando de las Fuerzas Armadas. El bochornoso momento fue recogido en un documento que decía:
En la ciudad de La Habana, a primero de enero de 1959, reunidos en el despacho del Presidente de la República, en la Ciudad Mi- litar, los firmantes de esta acta, hacen cons- tar las manifestaciones del señor Presidente de la República, mayor general Fulgencio Batista y Zaldívar, quien espontáneamente expone:
Que en la madrugada de este día se le presentan en su residencia los altos jefes militares que tienen a su mando jefaturas máximas notificándoles la imposibilidad de restablecer el orden, considerando grave la situación que confronta el país, y porque, digo, y que apelando a su patriotismo y su amor al pueblo, resigna su mandato. Expre- só además que en igual o parecida forma se habían dirigido a él altos representativos de la iglesia y de la industria del azúcar y de los negocios nacionales. Que teniendo en cuen- ta las pérdidas de vida, los daños materiales a la propiedad y el perjuicio evidente que se viene haciendo a la economía de la Repúbli- ca y rogando a Dios que ilumine a los cuba- nos para poder vivir en concordia y en paz, resigna sus poderes de presidente de la Re- pública, entregándolos a su sustituto cons- titucional. Ruega al pueblo —dice— que se mantenga dentro del orden […] se dirige a todos los miembros de las fuerzas armadas y a los agentes de la autoridad, para que obe- dezcan y cooperen con el nuevo gobierno y con las jefaturas de los cuerpos armados,
del que se ha hecho cargo el mayor general
Eulogio Cantillo y Porras.2
El documento fue firmado por el tirano Fulgencio Batista Zaldívar; Anselmo Alliegro, sustituto consti- tucional; Francisco Tabernilla Dolz, jefe del Estado Mayor Conjunto; José Rodríguez Calderón; Rober- to Fernández Miranda; Pedro Rodríguez Ávila; Juan Rojas González; Luis Robaina Piedra; Pilar García García y Francisco Tabernilla Palmero.
En virtud de la renuncia de Anselmo Alliegro, asume la jefatura del Estado Carlos Manuel Piedra Piedra, magistrado de mayor edad del Tribunal Su- premo de Justicia.
Cerca de las 8:30 de la mañana, Fidel Castro co- noce del golpe de Estado y así lo relata:
Yo me encontraba en el central América. En esos momentos estaba preparando las tro- pas para avanzar sobre Santiago de Cuba, cuando me informan de que había dicho Radio Progreso que Batista se había ido. Claro que no era totalmente una sorpresa, porque el día antes yo le había enviado un ultimátum anunciándole que se rompían las hostilidades, y lo había enviado a la plaza de Santiago de Cuba para que se lo comunica- ran a Cantillo […] Ya se estaban situando los morteros contra el aeropuerto de Santiago de Cuba y ya teníamos una gran cantidad de minas que les íbamos a situar entre el aero- puerto y la ciudad. La combinación era cor- tar en primer lugar las comunicaciones, que fue como se hizo el plan: tomar el aeropuer- to y obstruccionar la bahía; teníamos tam- bién medios de hundir barcos allí, pero eso hubiera podido provocar alguna fricción in- ternacional y la pérdida de muchos millones; los cañones se los íbamos a colocar a 300 metros de donde tenían que pasar los bar- cos. Entonces ya estaban las tropas situándo- se en sus posiciones; íbamos a batir primero los salientes que tenían cerca de Santiago
2 Periódico Revolución, p.2, La Habana, 2 de enero de 1959.
de Cuba. En eso estábamos, cuando por la mañana el día primero me dicen que Radio Progreso había informado que Batista había huido para Santo Domingo. Y como siempre dicen tantas bolas, hay veces que la gente oye una cosa... y por lo general uno siempre oye cómo se produce una noticia, e inmedia- tamente la manda a comprobar. A la media hora se comprobó la noticia de que Batista había huido, y que había habido una Junta, y que Carlos Manuel Piedra era presidente. Yo de inmediato, sin perder un minuto, redacté las declaraciones, no tardé apenas una hora en redactar las declaraciones y salir a donde estaba la planta móvil.3
Pocos minutos después, el Comandante en Jefe arriba a Palma Soriano y se dirige al sitio donde se encuentra instalada la planta de Radio Rebelde. A su entrada, los compañeros de la emisora le infor- man que, desde La Habana, el general Eulogio Can- tillo le ha estado llamando insistentemente porque desea hablar con él.
Fidel los mira y rápidamente les dice: “Yo no es- toy loco; ustedes no se dan cuenta de que los locos son los únicos que hablan con cosas inexistentes, y como Cantillo no es el jefe del Estado Mayor del Ejército, yo no voy a hablar con cosas inexisten- tes, porque no estoy loco. Todo el poder es para la Revolución”.4
El pueblo de Cuba, con una alegría nunca antes experimentada, espera las declaraciones del Jefe de la Revolución. La voz del locutor, repite una y otra vez:
Aquí... Radio Rebelde desde las puertas de Santiago de Cuba, hablando en nombre del Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde.
3 Entrevista a Fidel Castro Ruz en Camagüey por CMQ el 4 de enero de 1959. Centro de Documentación CC PCC, pp. 9-10, La Habana.
4 Reinaldo Suárez Suárez: Un insurreccional en dos épocas. Con Antonio Guiteras y Fidel Castro, Editorial de Ciencias Sociales, pp. 280-281, La Habana, 2001.
Pueblo de Cuba: el tirano ha huido, los prin- cipales asesinos se han dado a la fuga más precipitada ante el empuje incontenible del Ejército Rebelde. Los mismos que lo sostuvie- ron hasta ayer pretenden sustituirle.
Se ha constituido una junta militar. Ahora más que nunca el pueblo tiene que estar aler- ta y mantenerse unido a la Revolución y dis- puesto a declarar la huelga general revolucio- naria en el mismo instante que se le ordene.
¡Jamás aceptaremos una junta militar! Dentro de poco el líder de la Revolución y
Comandante en Jefe del Ejército Rebelde se dirigirá al pueblo de Cuba en trascendentales pronunciamientos.
Las estaciones de radio de La Habana de- ben ponerse en sintonía y hacer una cadena con Radio Rebelde para transmitir nuestras orientaciones.
El Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio deben actuar en consecuencia. La Revo- lución no podrá ser escamoteada. Ahora es más fuerte que nunca.
Esperen las palabras de Fidel Castro dentro de poco.
Los trabajadores de todas las estaciones de radio y de televisión ponen sus plantas en sintonía con Radio Rebelde. El locutor anuncia la presencia de Fidel Castro quien toma el micrófono para trasmitir instrucciones precisas a los comandantes del Ejérci- to Rebelde y al pueblo:
Cualesquiera que sean las noticias proceden- tes de la capital, nuestras tropas no deben ha- cer alto al fuego por ningún concepto. Nues- tras fuerzas deben proseguir sus operaciones contra el enemigo en todos los frentes de batalla. Acéptese solo conceder parlamento a las guarniciones que deseen rendirse.
Al parecer se ha producido un golpe de Estado en la capital. Las condiciones en que este golpe se produjo son ignoradas por el Ejército Rebelde. El pueblo debe estar muy
alerta y atender solo las instrucciones de la
Comandancia General.
La dictadura se ha derrumbado como con- secuencia de las aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución.
Las operaciones militares proseguirán inal- terablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incon- dicionalmente a las órdenes de la jefatura re- volucionaria.
¡Revolución, sí; golpe militar, no!
¡Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución, no, porque solo serviría para pro- longar la guerra!
¡Golpe de Estado para que Batista y los grandes culpables escapen, no, porque solo serviría para prolongar la guerra!
¡Golpe de Estado de acuerdo con Batista, no, porque solo serviría para prolongar la guerra!
¡Escamotearle al pueblo la victoria, no, por- que solo serviría para prolongar la guerra has- ta que el pueblo obtenga la victoria total!
Después de siete años de lucha la victoria democrática del pueblo tiene que ser absolu- ta para que nunca más se vuelva a producir en nuestra patria un 10 de marzo.
Nadie se deje confundir ni engañar. Estar alerta es la palabra de orden.
El pueblo y muy especialmente los trabaja- dores de toda la república deben estar atentos a Radio Rebelde, y prepararse urgentemente en todos los centros de trabajo para la huelga general, para iniciarla apenas se reciba la or- den, si fuese necesario, para contrarrestar cual- quier intento de golpe contrarrevolucionario.
¡Más unidos y firmes que nunca deben estar el pueblo y el Ejército Rebelde para no dejarse arrebatar la victoria que ha costado tanta sangre!5
Radio Rebelde no detiene sus trasmisiones. Des- de esta pequeña planta que ha multiplicado su po- tencia, los principales jefes del Ejército Rebelde re- ciben directamente las instrucciones militares que les dicta el Comandante en Jefe:
Al comandante Víctor Mora, jefe de la provin- cia de Camagüey, se le ordena el avance so- bre todas las ciudades, rindiéndolas por las armas con la cooperación del pueblo y jefes militares honrados del ejército enemigo con tropas bajo su mando. El comandante Mora debe cerrar todas las vías de acceso a las po- blaciones, especialmente las de la Carretera Central y las de las carreteras de Santa Cruz del Sur y Nuevitas a Camagüey.
El comandante Camilo Cienfuegos con su gloriosa Columna Invasora N.0 2, debe avan- zar sobre la ciudad de La Habana, para rendir y tomar el mando del Campamento Militar Columbia.
El comandante Ernesto Che Guevara ha sido investido del cargo de jefe del Cam- pamento Militar de La Cabaña, y, en conse- cuencia, debe avanzar con sus fuerzas sobre la ciudad de La Habana, al paso que rinda las fortalezas de Matanzas.
También se ha impartido instrucciones al comandante Aníbal para que conmine la rendición de las fuerzas de Mayarí, al comandante Raúl Castro la rendición de Guantánamo y a los comandantes Sardiñas y Gómez Ochoa las de Holguín y Victoria de las Tunas.
Se ordena a estos mandos el mantenimien- to del mayor orden en las ciudades que se rindan y el apresamiento inmediato para ser sometidos a juicios sumarísimos, de todos los culpables de la actual situación.
El Comandante Escalona, jefe militar de Pi- nar del Río, debe actuar en consecuencia, de acuerdo con las instrucciones precedentes.6
5 Periódico Granma, (suplemento especial), p. 29, La Habana,
9 de marzo de 1973.
6 Ibídem.
Después de su alocución por Radio Rebelde, las columnas 1, 3, 9 y 10 –bajo el comando directo del Comandante en Jefe– avanzan hacia la capital de Oriente. Todo sucede de manera vertiginosa. Fidel, lo relata.
Entonces, nosotros movimos inmediata- mente las tropas para Santiago de Cuba. A Santiago había que atacarlo de todas ma- neras ese día, porque de lo contrario podía consolidarse aquel golpe. Sobre las dos de la tarde yo estaba muy preocupado con las no- ticias que venían de La Habana en el sentido de que... usted sabe lo que en esos momen- tos confusos, la prensa internacional puedo considerarla prensa engañada, la opinión pública puede ser confundida. Pero ya se ha- bía leído la proclama mía, que salió por CMQ y por Radio Progreso […] inmediatamente me reuní con los compañeros de la dirección del Movimiento y acordamos dar la orden de huelga general para el día siguiente, y la de Santiago la dimos para las tres de la tarde, y un ultimátum a la ciudad para las 6 de la tarde. Si no deponían las armas, nosotros atacábamos.7
Los cubanos no se pierden las noticias. Esperan cada uno de los pronunciamientos de Fidel Castro. Radio Rebelde, en cadena con otras emisoras, trasmi- te las nuevas orientaciones del Comandante en Jefe.
Al pueblo de Cuba y especialmente a todos los trabajadores: Una junta militar en compli- cidad con el tirano, ha tomado el poder para asegurar su huida y la de los principales ase- sinos, e intenta frenar el impulso revoluciona- rio que os escamotee la victoria.
El Ejército Rebelde proseguirá su arrollado- ra campaña, aceptando solo la rendición in- condicional de las guarniciones militares.
7 Entrevista a Fidel Castro Ruz en Camagüey por CMQ el 4 de
El pueblo de Cuba y los trabajadores deben inmediatamente prepararse para que el día
2 de enero se inicie en todo el país la huelga general, apoyando a las armas revoluciona- rias y garantizar así la victoria total de la Re- volución. Siete años de lucha heroica, miles de mártires cuya sangre se ha derramado en todos los ámbitos de Cuba, no van a servir para que los mismos que hasta ayer fueron cómplices y responsables de la tiranía y sus crímenes, sigan mandando en Cuba.
Los trabajadores cubanos, orientados por la sección obrera del Movimiento Revolucio- nario 26 de Julio, deben en el día de hoy to- mar todos los sindicatos mujalistas y organi- zarse en las fábricas y centros laborales para iniciar al amanecer de mañana la paralización total del país.
Batista y Mujal han huido. Pero sus cómpli- ces se han quedado con el mando en el ejér- cito y los sindicatos.
Golpe de Estado para traicionar al pueblo, no. Esto sería prolongar la guerra.
Hasta que Columbia no se rinda, no habrá terminado la guerra. Esta vez nada ni nadie podrá impedir el triunfo de la Revolución.
Cubanos: Por la libertad, por la democracia, por el triunfo pleno de la Revolución,
¡A la huelga general revolucionaria en to- dos los territorios no liberados!8
A las puertas de Santiago de Cuba, Fidel Castro vuelve nuevamente a los micrófonos de Radio Re- belde con importantes declaraciones dirigidas el pueblo de Santiago de Cuba:
Santiagueros: la guarnición de Santiago de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las seis de la tarde del día de hoy no han de- puesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posi- ciones enemigas.
enero de 1959. Centro de Documentación CC PCC, p. 11, La
Habana.
8 Periódico Revolución, p.8, La Habana, 26 de julio de 1962.
A partir de las seis de la tarde de hoy, queda prohibido todo tráfico aéreo o marítimo en la ciudad.
Santiago de Cuba: los esbirros que han ase- sinado a tantos hijos tuyos no escaparán como escaparon Batista y los grandes culpables, en combinación con los oficiales que dirigie- ron el golpe amañado de anoche.
Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí es- tán todavía en tus calles los que te han oprimi- do durante siete años, los asesinos de cientos de tus mejores hijos, la guerra no ha terminado porque aún están armados los asesinos.
Los militares golpistas pretenden que los rebeldes no puedan entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra entrada en una ciu- dad que podemos tomar con el valor y el co- raje de nuestros combatientes como hemos tomado otras muchas ciudades. Se quiere prohibir la entrada en Santiago de Cuba a los que han liberado a la patria; la historia del 95 no se repetirá, esta vez los mambises entrarán hoy en Santiago de Cuba.
Santiago de Cuba: contamos con tu apoyo. Desde hoy a las tres de la tarde la ciudad debe quedar totalmente paralizada. Todo el mun- do debe abandonar su trabajo en solidaridad con los combatientes que te van a liberar. So- lamente la planta eléctrica debe continuar la- borando para que el pueblo pueda orientarse a través de sus radios.
Santiago de Cuba: repetimos, serás libre porque te lo has ganado y porque no es justo que los soldados de la tiranía continúen ho- llando con sus botas esas calles que ha baña- do tantas veces la sangre revolucionaria.9
El Comandante en Jefe se dirige al alto del Escan- del. Allí, establece la Comandancia General del Ejér- cito Rebelde y hace contacto con un capitán que está situado en El Caney, quien se comunica con el jefe de la guarnición de Santiago y coordina una entrevista.
9 Periódico Granma, (suplemento especial), p.29, La Habana,
9 de marzo de 1973.
En horas de la tarde, el coronel José M. Rego Ru- bido, jefe de la plaza de Santiago de Cuba, arriba al Escandel donde le espera el Comandante en Jefe. Fidel Castro le plantea que desea invitar a todos los oficiales de la plaza para que se reúnan con el Ejérci- to Rebelde en el Escandel. Entonces, Rego Rubido le expresa su temor de que ellos no acepten y le plan- tea que ese encuentro solo será posible si un alto representante del mando rebelde se reúne previa- mente con la oficialidad en Santiago. De inmediato, el comandante Raúl Castro se ofrece para esa mi- sión y Fidel acepta.
Poco después, Raúl Castro, solamente acompa- ñado por el capitán Raúl Guerra Bermejo, Maro, entra al cuartel Moncada donde fueron asesinados muchos de sus compañeros de la Generación del Centenario. Esta vez, no entró con las manos espo- sadas. En esta oportunidad, el comandante guerri- llero es recibido por una multitud de soldados ene- migos que lo aclaman.
La reunión se efectúa en el patio central de la for- taleza militar. Raúl habla con los oficiales del ejér- cito, la Marina de Guerra y la policía y, entre otras cosas, les dice que Batista se había fugado por la madrugada, que los principales culpables de la si- tuación habían huido y los abandonaron a su pro- pia suerte.
Les expresa que ya iba siendo hora de cesar ese derramamiento de sangre entre hermanos y que podían contar con la generosidad del Ejército Re- belde. Añadió que cumplía instrucciones de Fidel, quien invitaba a los principales jefes de las guarni- ciones de Santiago de Cuba a reunirse con él en el Escandel.
Raúl terminó diciendo: “Aquí no hay vencedores ni vencidos, la única que ha ganado es Cuba”.
Cerca de las siete de la noche, en el Escandel, se realiza la reunión con la oficialidad de la plaza de Santiago de Cuba con el Comandante en Jefe. El propio Fidel narra este acontecimiento.
Reuní a aquellos militares y les hablé de nues- tros sentimientos revolucionarios, les hablé de nuestros propósitos con nuestra patria,
les hablé de lo que queríamos para el país, de cuál había sido siempre nuestra conducta con los militares, de todo el daño que le ha- bía hecho la tiranía al ejército y cómo no era justo que se considerase por igual a todos los militares; que los criminales solo eran una mi- noría insignificante y que había muchos mili- tares honorables en el ejército que yo sé que aborrecían el crimen, el abuso y la injusticia […].
El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad del ejército en Santiago de Cuba, y la oficialidad del ejército en Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana. Reunidos los oficiales de la marina, de la policía y del ejército, se acor- dó desaprobar el golpe amañado de Colum- bia y apoyar al gobierno legal de la repúbli- ca, porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó, y apoyar la Revolución Cubana. Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre; gracias a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero movimiento militar re- volucionario.10
Muy tarde en la noche de ese primer día de ene- ro, miles de personas se congregan en el Parque Céspedes.
Desde el balcón del Ayuntamiento santiaguero, el máximo líder de la Revolución inicia su discurso diciendo:
Compatriotas de toda Cuba
¡Al fin hemos llegado a Santiago! Duro y lar- go ha sido el camino, pero hemos llegado. Se decía que hoy a las dos de la tarde se nos es- peraba en la capital de la república; el primer extrañado fui yo, porque yo fui uno de los pri- meros sorprendidos con ese golpe traidor y amañado de esta mañana en la capital de la república. Además, yo iba a estar en la capital
10 Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado el 1.0 de enero de
1959, La Habana.
de la república, o sea, en la nueva capital de la república, porque Santiago de Cuba será — de acuerdo con el deseo del presidente pro- visional, de acuerdo con el deseo del Ejército Rebelde y de acuerdo con el deseo del pueblo de Santiago de Cuba, que bien se merece—, Santiago de Cuba será la capital provisional de la república.
Tal vez la medida sorprenda a algunos, es una medida nueva, pero por eso ha de carac- terizarse precisamente la Revolución, por ha- cer cosas que no se han hecho nunca.
Cuando hacemos a Santiago de Cuba capi- tal provisional de la república, sabemos por qué lo hacemos. No se trata de halagar dema- gógicamente a una localidad determinada; se trata, sencillamente, de que Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución.
La Revolución empieza ahora, la Revolu- ción no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo en esta etapa inicial; y ¿qué mejor lugar para establecer el gobierno de la república que en esta fortaleza de la Revolución? Para que se sepa que este va a ser un gobierno só- lidamente respaldado por el pueblo, en la ciu- dad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra —porque Santiago está en la Sierra Maestra—, en Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra, tendrá la Revolución sus dos mejo- res fortalezas.
Pero hay, además, otras razones: el Movi- miento Militar Revolucionario, el verdadero Movimiento Militar Revolucionario, no se hizo en Columbia; en Columbia prepararon un “golpecito” de espaldas al pueblo, de espaldas a la Revolución, y sobre todo, de acuerdo con Batista. Puesto que la verdad hay que decirla, y puesto que venimos aquí a decirla al pue- blo, les digo, les aseguro que el golpe de Co- lumbia fue un intento de sabotearle al pueblo el poder, de sabotearle el triunfo a la Revolu- ción; y además, para dejar escapar a Batista, para dejar escapar a los Tabernilla, para dejar
escapar a los Pilar García, para dejar escapar a los Salas Cañizares y a los Ventura. El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y trai- dor, y no merece otra calificación. Nosotros sabemos llamar las cosas por sus nombres y atenernos además a las responsabilidades.
No voy a andar con “paños calientes” para decirles que el general Cantillo nos traicionó, y no es que lo voy a decir, sino que lo voy a probar. Pero, desde luego, lo habíamos dicho siempre: “no vayan a tratar a última hora de venir a resolver esto con un golpecito mili- tar, porque si hay golpe militar de espaldas al pueblo, nuestra Revolución seguirá ade- lante”. Esta vez no se frustrará la Revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hi- cieron dueños de esto, intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado duran te
30 años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba; no será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba haciendo vino el señor Batista, traicio-
en el 44, año en que las multitudes se enar- decieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder. ¡Y los que llegaron al poder fueron los ladrones! ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es una Revolución!11
Ya es la madrugada del 2 de enero cuando Fidel concluye su discurso y el doctor Manuel Urrutia Lleó presta juramento y se dirige al pueblo en su condición de presidente provisional del gobierno Revolucionario.
Han transcurrido cinco años, cinco meses y cinco días del asalto a la fortaleza del Moncada cuando, fi- nalizando esta histórica concentración, una colum- na de tanques e infantería provenientes del cuartel Moncada, desfila en sincero homenaje frente al jefe de la Revolución y al nuevo presidente.
Con las primeras luces de la alborada del 2 de enero de 1959, los santiagueros regresan a sus ho- gares. Poco después, Fidel parte rumbo a La Haba- na al frente de una caravana del Ejército Rebelde. Hay un largo camino por recorrer pero la libertad y la independencia han sido conquistadas.
nó la Revolución, se apoderó del poder e ins-
tauró una dictadura feroz aquí; no será como
11 Ibídem, pp.1-3.
Marcha Triunfal de Ejército Rebelde
Jesús Orta Ruíz, el Indio Naborí (La Habana, 1922-2005). Destacado intelectual de las letras cubanas, y además de ser considerado uno de los más altos cultivadores de la décima en Iberoamérica, fue un poeta de voz universal e integrador de las más modernas corrientes contemporáneas con un amplio quehacer como periodista e investigador. En la mañana del primero de enero de 1959 comienza a escribir la Marcha triunfal del Ejército Rebelde. La obra que declama el actor Eduardo Egea en un programa estelar de la tele- visión, es pulida por su autor en días posteriores y queda para siempre como el poema símbolo del triunfo de la Revolución Cubana.
¡Primero de Enero! Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero de la redimida bandera cubana.
El aire se llena de alegres clamores. Se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos revientan las flores y cantan los huesos. Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana. Mueve el entusiasmo balcones y aceras, grita desde el marco de cada ventana.
A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía: Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes con trajes olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes parecen armadas y bravas palomas.
Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío. Vienen con un triunfo de fusil y arado. Vienen con sonrisa de hermano y amigo. Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo quitó el ideal.
Vienen con el ansia del pueblo encendido. Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido un simple deber.
No importa el insecto, no importa la espina, la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina siempre amenazando en el horizonte.
¡Solo importa Cuba! Solo importa el sueño de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño ni viene asombrado de tutear la muerte! Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración, que ven a un rey mago, rejuvenecido, y con cinco días de anticipación.
Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos. Alumbran su rostro cien fuegos de gloria. Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia. Pasan las marianas sin otras coronas que sus sacrificios: cubanas marciales, gardenias que un día se hicieron leonas al beso de doña Mariana Grajales.
Con los invasores, pasa el Che Guevara, Alma de Los Andes que trepó el Turquino, San Martín quemante sobre Santa Clara, Maceo del Plata, Gómez argentino.
Ya entre los mambises del bravío Oriente, sobre un mar de pueblo resplandece un astro: ya vemos... ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro. Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas, ciudades heridas, que serán curadas,
y tendrán un cielo sereno y azul.
¡Fidel, fidelísimo retoño martiano, asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano, y ahora riega orquídeas, flores de montaña.
Y esto que las hieles se volvieran miel, se llama...
¡Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel, se llama...
¡Fidel!
Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama...
¡Fidel!
y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre...
Fidel Castro en Venezuela
(Tomado de Eugenio Suárez Pérez y Acela Caner Román: Fidel: EN EL AÑO DE LA LIBERACIÓN, Ed. Verde Olivo, t. 1, La Habana, enero-marzo, 2006).
De la misma pasta del Apóstol
A las siete de la mañana del viernes 23 de enero, en el aeropuerto militar de Columbia, la delegación que encabeza Fidel Castro se dispone a partir rumbo a Caracas, invitada a participar en los festejos con los cuales Venezuela celebra el primer aniversario del derrocamiento de la tiranía de Pérez Jiménez.
El Britannia ya se ha posado en el aeropuerto de Maiquetía. Desde el avión, Fidel advierte el impre- sionante panorama de la multitud. No se escucha con los sentidos, se percibe con el espíritu el cálido rumor de millares de caraqueños.
El avión dibuja círculos sobre la ciudad. Abajo, una cordillera de autos se dirige hacia la terminal aérea. Se ven las telas y banderas. Caracas está de fiesta. El aterrizaje se demora mientras se establece contacto con las radioemisoras que van a trasmitir el saludo y la gratitud de Cuba en la voz de su líder.
–Esto, más que un mensaje –son las palabras del Comandante en Jefe– es la expresión del extraordinario momento que estoy experi- mentando. He quedado deslumbrado con el panorama que me ofrece la ciudad de Ca- racas. Cuando volamos por sobre los cerros caraqueños me daba la impresión de que estaba en la Sierra Maestra. Reciba el pueblo de Caracas y de Venezuela mi más profundo agradecimiento por esta oportunidad que me brinda de asistir al aniversario de su libe-
ración. Estoy emocionado con este cielo tan azul, que se ve más bonito porque lo embe- llece la libertad.
Desde la propia nave, un locutor venezolano res- ponde al emocionado mensaje, leyendo una nota publicada en el diario La razón:
Hoy vive el pueblo venezolano su emoción más profunda y martiana. Un hijo de Cuba, de la misma pasta del Apóstol y de la contex- tura batalladora de Maceo, viene a compartir con nosotros el aniversario del 23 de enero. Y viene después de haber realizado la haza- ña libertadora y libertaria más asombrosa de nuestro tiempo americano.
Venezuela está de fiesta con la llegada del gran caudillo cubano, hijo de Martí. Porque Fidel Castro –libertad en pie de guerra– está en su casa.
Cuando el avión enfila la pista de aterrizaje, la muchedumbre desborda los cordones de protec- ción. Nada los contiene. Por unos segundos pare- ce que va a producirse una catástrofe, porque han inundado la pista, en el camino del poderoso apa- rato aún con las hélices en marcha.
El piloto gira bruscamente a la izquierda, proa al mar lejano, eludiendo a la gente que casi quie- re detener el transporte con sus manos. Hay unas
cuantas sacudidas y el cuatrimotor se detiene. En- seguida, queda envuelto en una marejada humana.
Es la 1:25 minutos de la tarde, hora de Caracas, Venezuela. Al abrirse la puerta de la nave sale Fidel saludando con la mano. La ovación es ensordece- dora. Fidel señala las mujeres de blusa roja y saya negra, los colores del 26. Se emociona. Se vuelve hacia uno de sus compañeros de viaje.
–Mira, negro y rojo, como en Cuba. Y seguidamente:
–Pero esto es asombroso. Ha sido la emoción más grande de mi vida y yo no suelo mentir nunca. Es que Venezuela nos ha dado a no- sotros sin que Cuba haya dado nada a Vene- zuela. Esta recepción es maravillosa. Esperaba la conocida bondad del pueblo venezolano, conozco la hospitalidad de estas gentes, pero tanto es asombroso.
Venezuela debe ser el país líder de la unidad de los pueblos de América Los anfitriones invitan a Fidel y su comitiva a un
almuerzo en el restaurante El Pinar. Entretanto, Ca- racas aguarda al líder de la Revolución cubana en la Plaza del Silencio. Es la misma apoteosis del aero- puerto de Maiquetía. Hasta donde alcanza la vista se extiende un mar humano. La prensa caraqueña certifica que la concentración supera las trescientas mil personas. En horas de la noche, Fidel les habla.
– ¡Hermanos de Venezuela!
Se aquieta el rumor. Es el acento de súplica con que Fidel siempre inicia sus discursos desde que bajó victorioso de las montañas orientales.
– ¡Hermanos de Venezuela! Si pudiera con algu- na frase expresar la emoción que he experimen- tado en el día de hoy lo diría todo afirmando que he sentido una emoción mayor al entrar en Caracas que la que experimenté al entrar en La
Habana. De algún modo era en cierto sentido natural que el pueblo cubano diese al Ejército Rebelde las pruebas de cariño que nos dio. Por el pueblo de Cuba habíamos estado luchando durante siete años. De nosotros esperaba el pueblo de Cuba la liberación. De nosotros es- peraba la libertad… Era lógico que los cubanos abrieran sus brazos para recibirnos.
Una pausa:
–Sin embargo, de Venezuela solo hemos recibi- do favores. De nosotros nada han recibido los venezolanos. En cambio, nos alentaron duran- te la lucha con su simpatía y su cariño. Hicieron llegar a Bolívar hasta la Sierra Maestra. Divul- garon por toda la América las transmisiones de Radio Rebelde. Nos abrieron las páginas de sus periódicos… Y después de haberlo recibido todo, al llegar a Venezuela nos encontramos con que nos reciben con el mismo cariño con que nos recibieron los cubanos.
– ¿Por qué vine a Venezuela? Vine a Venezue- la, en primer lugar, por un sentimiento de grati- tud. En segundo lugar, por un deber elemental de reciprocidad para todas las instituciones que tan generosamente me invitaron a convivir con Venezuela este día glorioso del 23 de enero. Pero también por otra razón: porque el pueblo de Cuba necesita la ayuda del pueblo de Vene- zuela. Porque nuestra patria está sufriendo la campaña más criminal, canallesca y cobarde que se ha lanzado contra pueblo alguno.
Hace el recuento de la gesta que liberó a la isla. Insiste, apasionadamente, en el derecho de Cuba a la justicia. Ha logrado el milagro del silencio. Crece a medida que habla y sus palabras cobran un ex- cepcional acento americano. Brotan los nombres de Bolívar y de Martí.
– ¡Ojalá que el destino de nuestros pueblos sea un solo destino! ¿Hasta cuándo vamos a estar en el letargo? ¿Hasta cuándo divididos,
víctimas de intereses poderosos? Si la unidad dentro de nuestros pueblos ha sido fructífe- ra, ¿por qué no ha de serlo más la unidad de naciones? Ese es el pensamiento bolivariano. Venezuela debe ser el país líder de la unidad de los pueblos de América…
Al final:
–Llevo en mi corazón el impacto de las mul- titudes.1
Huésped de Honor Caracas se apodera de Fidel. A su paso, las ma- dres alzan los hijos pequeños para que tengan un atisbo del héroe. Firma autógrafos. Sobre una blan- ca hoja de libreta escribe un saludo que le solicita un periodista. El reportero examina el documento y
hace una observación.
–Comandante. Usted escribe Pueblo con ma- yúscula.
Y Fidel:
– ¡A ver! ¡Hasta en la ortografía se expresa la democracia!
Los homenajes tienen un hondo contenido po- pular. Los vecinos de la zona conocida por Los Me- cedores acuerdan cambiarle el nombre al barrio, que ahora se llama Sierra Maestra. Una comisión visita a Fidel para pedirle que visite la barriada.
El sábado 24 son numerosos los encuentros y ac- tos en que participa la delegación cubana. Sobresa- len las conversaciones de Fidel con el pueblo, que retrasan el cumplimiento del programa.
La recepción en el Concejo Municipal ocupa el pri- mer sitio en el programa. El jefe revolucionario, en sesión solemne, es declarado Huésped de Honor. Las firmas de Fidel y sus acompañantes quedan estam- padas en el Libro del Concejo. Celso Forteul Padrón
1 Sección en Cuba, revista Bohemia, (5): 89, La Habana, 1 de febrero de 1959.
dice las palabras de bienvenida. Le responde Fidel: “Los pueblos en estos últimos años han aprendido mucho. Se han despertado y están despertando”.
Alza la vista hacia un óleo que decora el salón. El cuadro recoge el instante estelar en que los próce- res venezolanos firman el acta de independencia. Calla, con los ojos clavados en la pintura. Todos si- guen la dirección de su mirada.
–Imaginen aquel 5 de julio de 1811. Aquellos héroes se sintieron felices ese día porque cre- yeron haber conquistado la libertad definitiva del pueblo. Y, sin embargo, ¡cuánto ha tenido que luchar Venezuela después de esa fecha!
¡Es que la historia de América se ha escrito con dolor, con sudor, con lágrimas, con sangre!
Quizás el único héroe desde que terminó la gesta de los libertadores A las doce del día, comienza la sesión en la Cáma-
ra de Diputados. El secretario lee el punto único del orden del día: recibir a Fidel, y concede la palabra al doctor Domingo Alberto Rangel, diputado por el partido Acción Democrática.
Estamos recibiendo a un hijo de Venezuela
–afirma– porque Fidel Castro tiene carta de naturaleza en nuestro país. Venezuela, madre de libertadores, debe premiar como hijo suyo a quien ha sabido libertar de la opresión y del terror a un país hermano. Somos, Fidel Castro, un país que jamás se encerró dentro de sus fronteras, que no vivió con heroísmos ajenos el drama de las patrias hermanas, y que ha teni- do como orgullo de todas las épocas de su his- toria el haberle tendido la mano al continente americano, para ayudarlo a salir de las tinieblas y llevarlo a la luz infinita de la libertad.
La figura que ahora nos visita –prosigue el orador– y quiero decirlo sin incurrir en el pecado de sacrilegio, tiene rasgos que le se- mejan de manera notoria, con aquel joven Simón Bolívar, que en 1812 abandonó Vene- zuela. Aquel joven Bolívar, un poco jacobino
y hasta díscolo, tenía una idea que lo obse- sionaba y por la cual se había convertido en peregrino de las rutas de América: la idea de libertar a Venezuela.
Apunta hacia el caudillo de la Sierra, sentado en el estrado presidencial:
Castro es hoy un héroe, quizás el único héroe que ha producido la América Latina desde que terminó la gesta de los libertadores. Pero el héroe no signifi- caría nada, o se perdería en la tragedia del fracaso, si no tuviera a su lado un pueblo, que es la materia prima de la historia […].
Fidel Castro es el jefe de una revolución mucho más profunda, audaz y sólida que la nuestra. En Cuba, todo el aparato de opresión se viene al suelo y fue triturado por los pies del Ejército Rebelde. De la dictadura de Batista no queda nada. Nosotros, en cambio, ni siquiera sancio- namos a los ladrones, muchos de los cuales se marcharon del país alegremente, como los boxeadores o los artistas de cine […].
Y esa es la historia de Venezuela. Llevamos ciento cincuenta años de vida republicana y todavía la justicia en este país no ha sido es- crita con letras indelebles. Por eso, Fidel Cas- tro, este pueblo sabe valorar la Revolución cubana y su valor y su firmeza. Por eso, Fidel Castro, nuestra solidaridad hacia ustedes no es de palabras, porque nos sale del corazón y quiere juntarse con ustedes para hacer de Venezuela y de Cuba, no dos patrias, sino una misma patria […].
Que los triunfos de Cuba no sean solamen- te de Cuba, y que los triunfos de Venezuela no sean solamente de Venezuela, sino de cu- banos y venezolanos. Construyamos el gran continente de la democracia y del bienestar humano para dejar de ser los conejillos de indias en los laboratorios de la política inter- nacional, y convertirnos en países definitiva- mente soberanos que tienen derecho a la luz, pero que también tienen derecho al pan.
Le corresponde el turno a Fidel. Expresa que en Venezuela puede hacerse una revolución tan pro- funda como la que se está haciendo en Cuba, por otros procedimientos. Uno de los presentes grita: “Aquí no ha habido verdadera revolución”.
Fidel levanta la vista tratando de localizar al in- terruptor. No se inmuta. Las palabras siguientes se dirigen a la tribuna pública. “Pero puede haberla. No toda revolución tiene que ser violenta. Aquí en Venezuela, ahora que el gobierno constitucional comienza sus funciones y las leyes se discuten en este Congreso, no se debe dejar morir el espíritu de la revolución, el espíritu del pueblo”.
Reanuda el hilo de su pensamiento:
–No merecen tener patria los hombres que la han esclavizado. No pueden tenerla porque si alguien les espera es para juzgarlos... Herma- nados como están estos pueblos, la gigantesca manifestación de anoche constituye para noso- tros el mejor respaldo moral que podemos ob- tener en un instante en que se teje alrededor de nosotros la más infame de las intrigas interna- cionales. Cuando los cubanos estuvimos piso- teados por la dictadura, nadie alzó su voz para defendernos. Y ahora que estamos implantan- do la justicia necesaria, los representantes de un país y hasta los organismos internacionales hablan de masacre y de barbarie en Cuba […].
–Son los mismos que cubrieron de meda- llas los pechos de Batista y Pérez Jiménez. Ne- cesitábamos un respaldo moral y Venezuela nos lo ha dado. Ahora es indispensable que a los países democráticos les representen en la OEA hombres que denuncien las dictaduras. Allí están todavía los tristes casos de Santo Domingo, de Nicaragua y de Paraguay. Ojalá que ellos no necesiten siquiera llegar hasta el próximo mes de enero, porque hasta en esto nos parecemos Cuba y Venezuela... Los pue- blos de América necesitamos unirnos para arrinconar a los tiranos y si en la Organización de Estados Americanos no nos hacen caso, pues vamos a retirarnos de la OEA.
Fidel precisa la postura de la Revolución cubana con respecto al pueblo venezolano: “De ahora en adelante, sepan los tiranos que para hacer daño a Venezuela hay que contar con Cuba, así como hay que contar con Venezuela cuando se piense en da- ñar a los cubanos. Allá tenemos hombres y armas para cuando se necesiten […]”.
Este poeta vio, habló y estrechó la mano del genuino libertador de Cuba Horas más tarde, Fidel se encamina al encuentro con los estudiantes en la Ciudad Universitaria. El
anfiteatro vibra de júbilo. Para los estudiantes, Fi- del es uno de los suyos. Aplauden, gritan, golpean rítmicamente en el piso, agitan pañuelos blancos. Alguien comenta: “es un hermoso desorden”.
El rector, Francisco de Venanzi, anuncia que el lu- nes siguiente se creará el Comité por la Liberación de Santo Domingo y propone que cada alumno colecte cien bolívares para iniciar los fondos destinados a la lucha contra Trujillo. Fidel es el primer contribuyente; le sigue el contralmirante Wolfgang Larrazábal, prota- gonista de los cambios políticos en el hermano país.
Puestos de pie, los estudiantes reciben a otro visi- tante ilustre: el poeta Pablo Neruda, quien lee su poe- ma Un canto para Bolívar. Antes, pronuncia unas bre- ves palabras: “En esta hora dolorosa y victoriosa que viven los pueblos de América, mi poema, con cam- bios de lugar, puede entenderse dirigido a Fidel Cas- tro, porque en las luchas por la libertad cada vez surge el destino de un hombre para dar confianza al espíritu de grandeza en la historia de nuestros pueblos”.
Cuando Neruda concluye, se dirige a la mesa pre- sidencial. Saluda a Fidel y dice: “Si algún día se es- cribe la biografía de este poeta […] quiero que se diga que una vez vio, habló y estrechó la mano del genuino libertador de Cuba”.
El caudillo de la Sierra Maestra ocupa la tribuna. La gorra militar ha sido sustituida por la boina estu- diantil que le ofrece una muchacha del Orfeón. No muestra signos de fatiga. El contacto con la bullicio- sa juventud actúa como un estimulante: “Compa- ñeros universitarios, los quiero llamar compañeros porque realmente me siento todavía universitario.
Ningún sitio de Venezuela me ha sido más familiar que la universidad. Yo, que he sido estudiante, en ningún sitio me podía encontrar mejor que reunido con ustedes...” Añade que se impone la creación de una agencia informativa al servicio de la democra- cia, para que defienda a los pueblos americanos en su lucha por la democracia y sirva de contrapeso a las campañas confusionistas empeñadas en desfi- gurar la verdad.
De elemental cortesía, visitar al presidente Betancourt
Los siguientes puntos en el recorrido son la sede del gobierno, en el Palacio de Miraflores, y la em- bajada cubana. En esta última, Fidel desaparece. Lo encuentran comiendo en la cocina.
El domingo 25 se refugia en el hotel Humboldt, en la cima del majestuoso cerro El Ávila.
El viaje se realiza a bordo del único medio de transporte: un teleférico. La topografía, en mucha mayor escala, copia la Sierra Maestra. Recorriendo a pie las montañas, Fidel volvió a sentirse como en su casa. A las nueve y media de la noche visita la residencia del presidente Rómulo Betancourt. La entrevista privada dura dos horas y diez minutos. Antes y después de ella, conversan brevemente con la prensa.
Fidel aclara que esta entrevista no tiene carácter oficial ni forma parte de una gestión diplomática; su visita solo es un gesto de elemental cortesía, de- seaba conocer a Betancourt, de quien ha leído va- rias obras y tiene abundantes referencias.
Muchos años después, Fidel rememora:
Visito a Venezuela en el año 1959, había una impresionante, gigantesca multitud, se ha- bían acabado de celebrar las elecciones, esta- ban divididas las fuerzas, había una oposición de izquierda contra Rómulo Betancourt; un partido comunista fuerte, porque había lu- chado contra Pérez Jiménez, y mucha gente de izquierda estaba en esa junta. En Caracas, incluso, ganaron la mayoría frente a Rómulo Betancourt, pero es electo presidente.
No fueron buenas las relaciones; por las razones que fueran, con Rómulo Betancourt no congeniábamos, y no yo con él, sino más bien él conmigo; hubo gente que interpreta- ba aquello también como un cierto celo por el enorme recibimiento que me habían hecho en Caracas; y allí tuve, incluso, que manejar con cuidado la cosa, porque una enorme mul- titud como de 400 mil personas empezó a gri- tar contra Rómulo y contra toda esa gente, y he tenido que oponerme a la multitud y decir que yo no había ido allí a reunirme con ellos para que se utilizara esa ocasión para atacar a personalidades políticas del país y tuve que defender a Rómulo. Pero Rómulo fue después uno de los más activos enemigos de la Revo- lución cubana.
Cada vez que la libertad esté amenazada habrá que pensar en Fidel
La impresión que causa Fidel en su visita a Vene- zuela es reflejada en la prensa del hermano país. El periódico Revolución recoge una síntesis de lo que publican los más importantes rotativos venezolanos.
En El Nacional se dice:
Su palabra de visionario, de hombre que so- brepone los ideales a las vulgares maniobras de los politiqueros, debe servir de ejemplo a todos los pueblos del continente para que moldeen honradamente el porvenir de una estable democracia, donde sanamente sea posible la convivencia de todas nuestras cla- ses sociales. En el verbo a veces fogoso, a ve- ces paternal del guerrero y del intelectual, se descubre el más paladino desprendimiento. Su desenfado y su resolución, animan a pen- sar que estamos frente a un nuevo tipo de po- lítico, de organizador, de constructor, de for- jador de la moderna democracia de América.2
El periódico El Independiente declara:
2 Periódico Revolución: p. 20, La Habana, 26 de enero de 1959.
La apología de Fidel Castro no es a nosotros a quienes corresponde hacerla. La historia recogerá su nombre y su obra para colocarlo al lado de los grandes héroes –y aquí la pala- bra tiene un exacto significado– de la liber- tad de América. En realidad Fidel Castro ha revivido con su gloriosa gesta un concepto de heroísmo poco común en nuestros tiem- pos. Su presencia en nuestros días es una evocación exacta de otro mundo en el cual la actitud heroica marchaba a la par con el romanticismo.3
Un artículo de Alfonso Romazo reconoce la con- notación del líder cubano:
Lo que más nos importa de Fidel Castro – como ayer de Martí o Maceo– aparte de la vic- toria alcanzada, es el símbolo que surge de su nombre. Cada vez que la libertad esté amena- zada, en cualesquiera puntos de nuestra Amé- rica, habrá que nombrar ese nombre, pensar en esa figura, tomar ese brazo para empuñar nuevamente los fusiles de la redención.4
Un extenso editorial que publica este mismo día el periódico La Esfera, dice en una de sus partes:
Las palabras del jefe del 26 de Julio son res- puestas para todos aquellos que desde Méxi- co hasta Buenos Aires creen todavía que se puede torcer el curso de la historia de este hemisferio.
Fidel Castro ha venido a representar al di- rigente tipo que la democracia latinoameri- cana necesitaba para replicar a la dictadura latinoamericana típica.5
El diario de gran circulación Últimas Noticias recoge en sus páginas el siguiente comentario:
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Ídem
Y agradeceremos siempre a Fidel Castro que haya venido a este país a contribuir con una lección práctica notable a este curso de edU cación cívica del que depende el futuro de nuestro país.
Fidel Castro, el universitario transformado en Comandante por obra y gracia de su va- lentía, abnegación y odio a las tiranías.6
Se escucha un grito de alarma
A la una de la madrugada del martes 27 de ene- ro, Fidel Castro y la comitiva que le acompaña se en- cuentran en el aeropuerto de Maiquetía, en espera de abordar el avión que los llevará de regreso a la patria. Un trágico accidente enluta el júbilo reinante.
Por la pista se acerca rodando suavemente un Douglas C-4 de Aerovías Q. El comandante Paco
Cabrera, miembro de la delegación cubana, está de espaldas, a unos pasos del Comandante en Jefe. Se escucha un grito de alarma:
– ¡Cuidado!
Cabrera se vuelve rápidamente. Y la nave está sobre él. Se encoge en gesto instintivo de de- fensa y una de las paletas de la hélice lo golpea brutalmente. Cuando se acercan a recogerlo está muerto.
Ya en Cuba, en horas de la noche del 27 de ene- ro, Fidel Castro acude a la funeraria de Calzada y K para rendir homenaje al comandante Paco Cabrera, cuyo cadáver es trasladado pocas horas después para su natal Puerto Padre. Así lamentablemente termina la visita a Venezuela.
Efemérides del mes
Hace 55 años
1959, 1 de enero. Para escamotearle el triunfo a las fuerzas revolucionarias, el tirano Fulgen- cio Batista entrega el poder en la madrugada a una junta militar encabezada por el mayor general Eulogio Cantillo Porra, y abandona el país.
- Cerca del mediodía Santa Clara, capital de la antigua provincia Las Villas, cae en poder de las fuerzas rebeldes al mando del comandante Ernesto Che Guevara.
- En horas de la noche el Comandante en Jefe Fi- del Castro entra victorioso a Santiago de Cuba. El comandante Raúl Castro ocupa el cuartel Moncada.
1959, 2 de enero. Al llamado del Comandante en Jefe Fidel Castro el Frente Obrero Nacional Unido (FONU) convoca al pueblo a una huelga general para consolidar la victoria revolucionaria.
- El comandante Camilo Cienfuegos ocupa el Campamento Militar Columbia, en La Habana, primera fortaleza militar del país.
- El Comandante en Jefe Fidel Castro se dirige desde Santiago de Cuba hacia Bayamo desde donde parte al frente de la Caravana de Liber- tad hacia la capital del país.
1959, 3 de enero. El comandante Ernesto Che Gue- vara toma el mando de la fortaleza de San Car- los de la Cabaña en La Habana.
- Sale a la circulación el primer número legal del periódico Revolución, órgano del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7).
- Inicia sus funciones el Gobierno Provisional de la Revolución, encabezado por Manuel Urru- tia Lleó, en la biblioteca de la Universidad de Oriente.
1959, 4 de enero. Finaliza la huelga general al que- dar consolidado el poder revolucionario en todo el país.
1959, 5 de enero. El Gobierno Provisional se instala en el Palacio Presidencial en La Habana.
por Rolando Dávila
- Queda disuelto el Congreso de república, cu- yas funciones asume el Consejo de Ministros del Gobierno Provisional, y son retirados de sus cargos los gobernadores, alcaldes y concejales del gobierno derrotado.
1959, 6 de enero. Venezuela reconoce al Gobier- no Provisional de la Revolución cubana. En días sucesivos lo harán otros 14 países latinoameri- canos, así como los EE.UU., la República Árabe Unida, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña, Repúbli- ca Federal Alemana y otros.
1959, 8 de enero. Encabezada por el Coman- dante en Jefe Fidel Castro entra a La Habana la Caravana de la Libertad. En su discurso en el Campamento Militar Columbia Fidel reafir- ma los propósitos de la Revolución cubana y alerta sobre los peligros que enfrentará. Es en esta ocasión que formula la famosa pregunta al comandante Camilo Cienfuegos: “¿Voy bien, Camilo?”
1959, 13 de enero. Comienza en los EE.UU. y otros países una campaña a favor de los criminales de guerra que son juzgados por tribunales re- volucionarios; y acusan al naciente gobierno de someter al país a un baño de sangre.
- Preocupado por la superación cultural de los rebeldes, el comandante Ernesto Che Guevara constituye la Academia Militar Cultural de La Cabaña, una escuela para alfabetizar a los com- batientes que lo requieran, y funda el órgano de prensa La Cabaña Libre.
1959, 14 de enero. El Colegio Médico Nacional otorga al comandante Ernesto Che Guevara la categoría de Médico Cubano Honorario.
1959, 21 de enero. Concentradas en los alrede- dores del Palacio Presidencial, cerca de un millón de personas patentizan su apoyo a la justicia revolucionaria, al derecho de Cuba a juzgar a los esbirros de la tiranía derrocada y condenan el recibimiento de estos criminales en territorio estadounidense. El acto está comprendido dentro de la llamada Operación Ver- dad y están presentes cerca de 300 periodistas extranjeros.
1959, 23 de enero. El Comandante en Jefe Fidel Castro parte hacia la república de Venezuela al frente de una delegación para tomar parte en los festejos por el primer aniversario del derro- camiento de la dictadura de Marcos Pérez Jimé- nez. El líder de la Revolución cubana participa en actos oficiales y populares y es declarado Hijo Ilustre de Caracas.
- El Consejo de Ministros acuerda crear el Mi- nisterio de Bienestar Social, con el propósito de ofrecer asistencia a todos los que la ne- cesiten.
1959, 27 de enero. Regresa Fidel Castro a Cuba, al concluir su visita a Venezuela.
- Desde el anfiteatro de La Habana hasta la Fra- gua Martiana se realiza una Marcha de las An- torchas que rememora los actos del 27 y 28 de enero de 1953 en homenaje al centenario del nacimiento del Apóstol José Martí y en repudio al régimen
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